rINCON DE SUEÑOS....

EL RINCON DE LAS HADAS ¿Crees en las hadas? Aunque nunca hayas visto una ellas existen. Son pequeños seres luminosos que aparecen frecuentemente en los bosques profundos, las aguas de los arroyos y los centenarios árboles y llevan una varita que despiden infinidad de chispas

lunes, 5 de diciembre de 2011

Transformate en tu verdadera identidad! ....

«En la vida hay sufrimiento, así como derrotas. Nadie
los puede evitar. Pero es mejor perder alguna de las batallas en la lucha por tus sueños que ser derrotado sin ni
siquiera conocer por lo que estás luchando.»

Paulo Coelho

La experiencia del sufrimiento es un hecho fehaciente que la
vida revela, incluso a los más afortunados. Muchos de nosotros intentamos agazaparnos, escondernos detrás de nuestras posesiones con el fin de comprar un seguro que nos
liberará del dolor. ¿Es esto posible? Cuando alguien sufre
tiende a exclamar: «¡Por qué tuvo que ocurrirme esto!», recelando del sinsentido del mal y consternado por su (mala)
suerte. El caso es que nadie se pregunta: «¿Por qué tuvo que
pasarme esto a mí?», cuando gana un premio con la lotería.
De algún modo, sentimos que el bienestar nos corresponde.
El sufrimiento se agudiza además por la resistencia y
miedo que tenemos al dolor. Lo pasamos peor por la congoja que nos embarga, por la autocompasión de vernos afectados ante una situación difícil, por la injusticia de la que nos
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sentimos objeto. El dolor abarca, por supuesto, el físico, pero
también el moral: el padecimiento debido a la impotencia y
a la frustración. Para Buda el sufrimiento consistía en «nacer, envejecer, enfermar, estar atado a lo que uno detesta,
apartarse de lo que uno ama, no poder gozar de lo que uno
desea». Si bien no es posible evitar el dolor en ciertos momentos, el sufrimiento sí.
En la sociedad del bienestar occidental en la que estamos

inmersos, los avances de la medicina y las imágenes publicitarias contribuyen a convencernos de que el dolor no forma
parte de las vicisitudes de la vida; si sufrimos es porque nos
encontramos en el lado menos afortunado de la barrera, y
nos culpamos por haber fracasado. Parece como si hubiéramos sido relegados en el reparto del Universo y de algún
modo no nos hubiera tocado la parte privilegiada que merecíamos. No forma parte de los parámetros habituales por los
que nos regimos, no lo toleramos; lo rechazamos, le damos
la espalda, no podemos soportar que nos hieran las espinas
de la vida. En ocasiones vivimos acelerados, rodeados de objetos, distraídos con actividades de diversa índole, despistados con el ruido exterior para no asumir ese dolor como parte inexorable de nuestras vidas. Sin embargo, negarlo no es
superarlo, y ello constituye una de las mayores causas de los
problemas mentales. Los traumas aparecen como consecuencia de ese rechazo, acarreando ansiedad, angustias e incluso depresiones. La solución no radica en la huida —aunque ésta sea hacia delante—, porque soslayar el sufrimiento
y tratar de olvidarlo sólo aporta un breve reposo, pues siempre está ahí a un nivel profundo y latente. La clave es la trascendencia del mismo mediante la toma de conciencia.


Muchos de los males que nos aquejan son inevitables y
con frecuencia se hallan fuera de nuestro alcance: muere un
ser querido y no pudimos hacer nada por evitarlo, nos echan
del trabajo de la noche a la mañana, nuestra esposa se enamora de otro y nos abandona… ¿Quién se encuentra al resguardo de estos acontecimientos?
Se cuenta que una mujer que acababa de perder a su hijo
se acercó a Buda pidiéndole un milagro que le devolviera a la
vida, incapaz de soportar su pena. El Maestro le aconsejó
que aportara un puñado de tierra de una casa que jamás hubiera sido tocada por la muerte. La mujer llamó a cada puerta y obtuvo siempre la misma respuesta… entonces volvió a
Buda con la lección aprendida, al darse cuenta de que todas
las casas habían pasado por un duelo. Tras lo cual, él la confortó con palabras de amor y sabiduría. De hecho, el primer
discurso que Buda pronunció tras haber alcanzado la iluminación, hizo alusión a este tema, pues lo consideraba fundamental para el ser humano. Él explicó que el dolor, o la
frustración crónica, son innatos al ser humano. En otras palabras, pasamos nuestro tiempo intentando resolver problemas irresolubles, dibujar un círculo cuadrado, tener luz sin
oscuridad, bañarnos sin mojarnos, amordazar la realidad
para siempre. Afortunadamente, este Maestro no sólo enunció el problema sino que propuso también una solución, la
que constituiría la base de toda su filosofía.

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